lunes, 31 de mayo de 2010

Apoteosis de Poseidón


Cala Vadella, Ibiza. Hace menos de 4 años, un jóven explorador con ganas de conocer la naturaleza, se aventuró a su primera inmersion scuba nocturna, junto a otros de un grupo de inicio. Fue una inmersión magnífica, pero desde entonces todo cambió, pues algo removió para siempre la psique de nuestro batinauta. A poco de finalizar la inmersión, disfrutando de la fabulosa observabilidad de la caza de los cefalópodos neríticos mediterráneos, sucedió algo mágico. Una sepia adulta, de gran tamaño, no sabría decir el sexo, se aproximo lentamente al inexperto buzo, el cual yacía arrodillado sobre la arena. Se acercó sin miedo, hasta quedar a una altura de pocos centímetros de su máscara. Se miraron fíjamente a los ojos durante más de 10 segundos... entonces, como poseído por una extraña hipnosis, el intrépido explorador se aventuró a acercarle una mano, para acariciarle el manto, el cual comenzaba a bullir en dinámicos patrones de color. Cuando estuvo a un milímetro de rozar el animal, éste se desvaneció al instante. Entoces salió de su trance y vio que su manómetro marcaba que entraba en reserva de aire, y fue a reunirse con los demás.
Yo soy aquel joven. Desde aquella noche noté que algo bullía en mi interior, de forma latente, y que se manifiesta cada día más. Supe que fue un momento de apoteosis, como la del pescador Glaukós, pues Poseidón me envió a un ángel de los mares para inocularme parte de sí en mí. Desde entonces no soy sólo un estudiante español, valenciano, con tendencia a la prepotencia y el aislamiento.. no, desde entonces soy y sere Antropoteuthis, el hombre calamar, un hijo de la misma esencia del Dios de los mares y océanos.
Entiéndase que para mí, Poseidón no es un hombre furioso con barba y cola de sirena... No. Poseidón es la fuerza de los vientos del este, el rugido de las olas, el furor capaz de hundir majestuosos navíos, y de crear de la nada inmaculados arrecifes bullentes de belleza y vida sobre el naufragio. Es aquello que erosiona imponentes acantilados, que provoca las lluvias y los huracanes, que da a luz a los titanes del océano, que nos alimenta, que dio origen a la propia vida en la Tierra. Es un símbolo de mi manera de sentir el mar, es un símbolo del amor y del sentimiento de inabarcable belleza que inunda mi máscara de lágrimas cuando veo una destelleante medusa flotar grácil en la noche, o la solemne sensación de ver las olas levantarse por encima de mi cabeza...
...y yo soy su adepto y devoto servidor. Vivo para servirlo, para estudiarlo, para entenderlo, para sentirlo, para protegerlo, para cuidarlo, para regalárselo a mis hijos en todo su esplendor.

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